¡No nos olvidemos de la Madre del Señor!
Solamente Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo es más grande que la Madre del Señor, solamente la Santísima Trinidad.
Los oficios litúrgicos de nuestra Iglesia han sido compuestos de una forma tal que podamos mantener una relación permanente con la Madre del Señor. Quisiera enfocarme en una parte de la Divina Liturgia: justo después de entonar: “Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias, Señor, y te rogamos, oh Dios nuestro”, las primeras palabras que se pronuncian a continuación están dirigidas a la Madre del Señor. Decimos, en la Liturgia de San Juan Crisóstomo: “Especialmente, por nuestra santísima Señora, la inmaculada, bendita y gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María” y en la Liturgia de San Basilio el Grande: “En especial, junto con nuestra Señora, la santísima, inmaculada, bendita y eminentemente gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María”. Si estamos atentos a estas palabras, pero fuera del contexto en el que aparecen y tal como las escuchamos, seguramente no las entenderemos. Hay una sola cosa que podemos tomar en cuenta: que la Madre del Señor es mencionada.
En consecuencia, estas palabras, tal como las escuchamos en la Divina Liturgia, separadas de su contexto, no nos dicen más que esto: “¡Estad atentos y no os olvidéis de la Madre del Señor!”. Es como si se nos dijera: “Alabáis a Dios, le agradecéis, lo glorificáis y le pedís. pero tampoco os olvidéis de la Madre del Señor”. Por eso, cuando evocamos a la Madre del Señor en la Divina Liturgia, usualmente cantamos dos oraciones a ella: “Justo es en verdad llamarte bienaventurada, a ti que a Dios diste a luz, a ti, siempre dichosa e irreprochable, Madre de nuestro Dios …”, o en la Liturgia de San Basilio el Grande: “Por ti, se alegra toda la creación, oh llena de gracia, el conjunto de los ángeles y el género humano”.
Son dos composiciones que nos hablan de la Madre del Señor. La primera nos habla de ella como Madre de Dios, razón por la cual es más grande que los ángeles y que todos los demás seres celestiales. Solamente Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo es más grande que la Madre del Señor, solamente la Santísima Trinidad.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 81-82; pp. 83-84)