No olvidemos lo atroz del egoísmo
¿Y qué es todo esto? En palabras simples: el egoísmo y el amor propio, asumidos para la eternidad, es decir, el infierno.
La esencia de la caída en pecado es siempre la misma: el individuo que quiere volverse bueno por sí mismo, que quiere llegar a ser perfecto por sí mismo, que quiere hacerse un dios por sí mismo. Pero, de esta forma, sin darse cuenta, el hombre se vuelve semejante al maligno. Porque también éste quiso convertirse en dios por sí mismo, sustituir a Dios él mismo. Y, con esta arrogancia, se convirtió en el demonio, completamente alejado de Dios y completamente opuesto a Dios.
La esencia del pecado, así pues, el pecado total, consiste en ese engaño lleno de soberbia. Esta es la misma esencia del demonio. Y no es otra cosa que quererse solamente a sí mismo. El demonio se encuentra enteramente a sí mismo, en él mismo. Él es encuentra plenamente en el hecho de no querer aceptar nada de Dios en sí mismo, en querer estar siempre solo, en pertenecerse solamente a sí mismo, en buscar estar siempre solamente para sí mismo, siempre herméticamente cerrado ante Dios y ante todo lo que está relacionado con Él. ¿Y qué es todo esto? En palabras simples: el egoísmo y el amor propio, asumidos para la eternidad, es decir, el infierno.
(Traducido de: Ieromonah Benedict Stancu, Cuvinte de nădejde celor fără de nădejde, Editura Sophia, Bucureşti, 2008, p. 107)