¡No podemos escondernos de la presencia de Dios, si Él está en todas partes!
Hermanos, incapaces de huir de la presencia del Señor (Jonás 1, 3), hagámonos siervos de nuestro Señor Dios, Quien por nosotros asumió la condición de siervo (Filipenses 2, 7) y por nosotros murió.
¿A dónde ir o hacia dónde huir, hermanos, lejos de la presencia de Dios (Salmos 138, 7)? Porque, si subimos al Cielo, lo encontraremos allí; si descendemos al infierno, Él también está allí (Salmos 138, 8); si llegamos al fin del mar, no podremos escapar de Su mano, porque Su diestra seguirá sosteniendo nuestras almas y nuestros cuerpos (Salmos 138, 9-10).
Así pues, hermanos, incapaces de huir de la presencia del Señor (Jonás 1, 3), hagámonos siervos de nuestro Señor Dios, Quien por nosotros asumió la condición de siervo (Filipenses 2, 7) y por nosotros murió. Hagámonos humildes bajo Su poderosa diestra (I Pedro 5, 6), que hace que para todos brote la vida eterna, y con el Espíritu Santo la participa abundantemente a quienes la buscan.
(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Cateheze. Scrieri II, Editura Deisis, Sibiu, 2003, p. 29)