Una es la forma de presentarnos en oración, pero, al mismo tiempo, es también diversa y dispar. Algunos se presentan como ante un Amigo y Soberano, ofreciéndole alabanza y peticiones por otros, y no por sí mismos. Hay otros que oran pidiendo la honra del mundo, riquezas y privilegios. Otros piden ser librados de sus enemigos. Hay quienes piden obtener algún puesto de autoridad, mientras que otros suplican ayuda para escapar de alguna deuda. Además, hay quienes piden poder salir de prisión o el perdón de alguna culpa.

¿Cuál debe ser la estructura de nuestra oración? Es importante empezar con un agradecimiento sincero. En segundo lugar, presentando nuestra contrición y pesadumbre por lo pecados cometidos. Luego podemos exponerle al Señor nuestras peticiones.

¡No pretendas hacerte el listo con tus oraciones! Recuerda que el simple y torpe balbuceo de los niños es capaz de conmover al Padre Celestial.

Luego, no te alargues en un palabrerío inútil y rebuscado, no sea que tu mente se disperse. Una sola palabra del publicano atrajo la misericordia de Dios y una sola palabra pronunciada con fe salvó al ladrón en la cruz. Utilizar muchas palabras en la oración sólo consigue que tu mente se despiste. Al contrario, una sola palabra favorece el recogimiento y la concentración.

Cuando sientas una cierta dulzura o compunción al orar, quédate en ese estado. Es entonces cuando tu ángel custodio ora junto a ti.

No te envalentones, por mucho que hayas alcanzado la pureza. Mejor ora lleno de humildad y así obtendrás mayores prerrogativas.

(Traducido de: Sfântul Ioan Scărarul, Scara, XXVIII, 5-6, 8-11, în Filocalia IX, traducere din greceşte, introducere şi note de pr. prof. dr. Dumitru Stăniloae, Editura Humanitas, Bucureşti, 2002, p. 382-383)