Palabras de espiritualidad

No sabemos ni el día ni la hora…

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

En un momento dado, nos pidió perdón a todos, respiró profundo y murió. ¡Se había preparado durante tres días para ese momento!

Dos jóvenes monjes del Monasterio Sihăstria le pidieron al anciano Paisos un consejo espiritual, y este les respondió:

—Cultiven el temor de Dios y hagan de cada día un nuevo comienzo. Los que hayan tropezado y cojeado, que se enderecen. Los que no, que se dominen con el don del Señor, para no caer. Porque vivir no es fácil, ¡pero qué difícil es morir! Todos los que están por morir se olvidan de esta vida y, en el momento postrero, ven ante sus ojos solamente cada uno de sus actos, buenos o malos.

Recuerdo que una vez tuve la ocasión de hallarme junto al lecho de un hombre que, sin estar preparado para morir, agonizaba con gran sufrimiento. Y me imploraba: “¡Padre Paisos, no me deje! ¡No me deje, por favor!”. Quería huir, y gritaba: “¡No me deje, padre!”. Así murió. ¡Que Dios lo perdone! También me acuerdo de otro moribundo, pero que partió de este mundo de una forma totalmente diferente a la del primero. Se confesó, comulgó y pidió que lo hiciera monje. El jueves lo tonsuramos en su lecho de dolor, y el sábado partió al Señor. Antes de morir, me pidió que corriera a llamar a su padre espiritual, para que le leyera las oraciones correspondientes. Después, dijo: “¡Enciendan una candela! ¡Pronto, una candela!”.  Fui corriendo a traer una y la encendí con el propósito de mantenerla en mi mano. Pero él dijo: “¡Padre Paisos, deje que yo sostenga la candela!”. Durante unos minutos la tuvo en su mano. Dirigió su mirada a la izquierda y algo pareció asustarle. Después, miró a la derecha y se le vio aliviado. Finalmente, me dijo: “¡Padre, apague la candela, que todavía me queda un poco!”. Así lo hice. Vino el padre y leyó las oraciones; al amanecer, varios monjes entraron para acompañar al hermano Gervasio. En un momento dado, nos pidió perdón a todos, respiró profundo y murió. ¡Se había preparado durante tres días para ese momento! ¡Que Dios cuente entre sus santos al padre Gervasio!

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie BălanPărintele Paisie, duhovnicul, Editura Apologeticum, 2005, p. 15)