No seamos ambiguos en lo que respecta a los sacerdotes
Y si estamos y sufrimos las ofensas [en contra de los sacerdotes], todos nos condenarán, incluso esos que blasfeman. Porque no hay nada que destruya tanto a la Iglesia, como esta enfermedad.
Ser falsos es besar las manos del sacerdote e inclinarnos frente a él, cuando todos nos ven, pidiéndole su oración o que bautice a nuestro hijo, pero más tarde, en casa o en el mercado, lo juzgamos o dejamos que otros lo hagan. Porque si tu padre espiritual es realmente tan malo como crees, ¿cómo podría ser digno de confianza y de oficiar los estremecedores Sacramentos? Y si crees que es un digno celebrante de tales Misterios, ¿cómo permites que otros hablen mal de él, sin defenderlo, sin que te duela o te incomoden esas blasfemias? [Porque si lo defendieras], recibirías gran recompensa por parte de Dios e incluso quienes lo ofenden te elogiarían. Y aunque fueran mil veces villanos, te elogiarían y aceptarían [como algo bueno] tu diligencia en defender a tus padres [espirituales].
Y si estamos y sufrimos las ofensas [en contra de los sacerdotes], todos nos condenarán, incluso esos que blasfeman. Porque no hay nada que destruya tanto a la Iglesia, como esta enfermedad. Y así como un cuerpo, si no es sostenido con solidez por sus articulaciones, hace la vida imposible, igualmente la Iglesia, si no es sostenida por el vínculo fuerte e indestructible del amor, da lugar a miles de guerras internas y atrae hacia sí misma la ira de Dios, siendo presa de incontables tentaciones.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cateheze maritale. Omilii la căsătorie, traducere din limba greacă veche de Pr. Marcel Hancheş, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2004, pp. 83-84)