No tengas dudas en lo que respecta a la Providencia de Dios
Pero no hay nada que nos brinde tanta paz, como el conocimiento de Dios y la obtención de la virtud que hace que cese el conflicto interior de las pasiones, impidiendo que el hombre luche contra sí mismo.
Todas las profecías sobre los judíos se cumplieron, y su dispersión es conocida en todo el mundo. También lo que se había anunciado sobre Cristo se cumplió, lo que demuestra que cada una de las Escrituras, en ambos testamentos, es algo divino. Y, si es divino, todo lo que aparece ahí sobre Dios también es cierto.
En consecuencia, no tengas dudas en lo que respecta a la Providencia de Dios: más bien admira Su cuidado. Fue Él quien dejó la tierra y el sol para todos, buenos y malos; también a todos nos da la misma lluvia. Y a algunos les permite vivir entre carencias y pobreza, para enmendar sus almas y que estas puedan amar más la sabiduría. Sabemos bien que la riqueza es un instrumento de maldad para quienes no están atentos a ello. Y la pobreza es la madre de la sabiduría. Todo esto queda comprobado cada día. ¿Cuántos de entre los pobres no son más juiciosos, más inteligentes y hasta más sanos que los ricos, ya que su pobreza beneficia tanto su cuerpo como su alma?
En paz me tenderé y dormiré, porque Tú, Señor, me has dado la esperanza. Esta es otra forma —y no una pequeña— de la Providencia: el hecho de que los creyentes reciban la paz de Dios. Porque la paz es cosa de aquellos que aman Tu ley y no pecan. Pero no hay nada que nos brinde tanta paz, como el conocimiento de Dios y la obtención de la virtud que hace que cese el conflicto interior de las pasiones, impidiendo que el hombre luche contra sí mismo. Si el alma no goza de esta paz interior —aunque por fuera parezca estar en armonía, sin que algún enemigo lo perturbe— es más infeliz que todos los que combaten en cualquier guerra en el mundo.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Omilii la psalmi, Editura Doxologia, Iași, 2011, p. 53)