Nuestra actitud ante las faltas de los otros
“¡Përdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen! ¡Concédeles la sabiduría que les falta! ¡Perdónalos, Señor, porque yo soy aun más pecador que ellos!”.
Esto es lo que les digo a quienes vienen a buscarme: “Escuchen: la humildad del publicano, la paciencia de Job, la mansedumbre de David —porque también él supo ser dócil—, un amor inamovible, silencio, simplicidad. No juzques a nadie, juzga solamente tus propios actos, tus propias cosas. No juzgues a los otros, porque eso le corresponde a Cristo. A Él se le concedió esa potestad por parte del Padre, para juzgar a todos en este mundo. Deja, pues que sea Él quien juzgue”.
Pero nosotros somos pecadores. ¿Cómo, estando lleno de pecados, osas juzgar a tu semejante? Mira primero la viga que hay en tu ojo y solo después atrévete a juzgar a tu hermano. Juzga primero tus cosas, porque no hace falta que juzgues pecados ajenos. “¡Përdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen! ¡Concédeles la sabiduría que les falta! ¡Perdónalos, Señor, porque yo soy aun más pecador que ellos!”. No pienses que eres mejor que los otros. No digas que los demás son pecadores mientras tú eres un virtuoso. No. “¡Señor, yo peco mucho más que ellos! ¡Perdóname, Señor y ayúdame a empezar de nuevo, renunciando a mis faltas!”.
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, Parintele Selafiil – Dragostea care niciodată nu cade, Editura Marineasa, Timișoara, 2001, p. 22)