Palabras de espiritualidad

Nuestra lucha no es contra nuestros propios semejantes…

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los hombres terrenales que nos hacen oposición no son sino simples marionetas, más o menos conscientes, manipuladas y dirigidas por el señor de la oscuridad y la mentira.

Sabemos bien esto: «La palabra “Cruz”, para quienes se pierden en el pecado, es una locura; sin embargo, para nosotros, quienes buscamos la salvación, es el poder de Dios». Ciertamente, para quienes viven sumergidos en las iniquidades del mundo, es una locura pensar que el Todopoderoso Creador muera crucificado entre dos malhechores; es una locura pensar que quien sea abofeteado en una mejilla tenga que ofrecer la otra; es una locura perdonar y amar a tus enemigos. Pero, para nosotros, quienes sabemos que en eso consiste la salvación, es el poder más grande del mundo.

Pero ¿cómo explicar la fuerza que disipa el mal que hay en el mundo? Los textos de la Santa Escritura y de los Santos Padres son de gran utilidad para este propósito. Veamos: «Nuestra lucha no es contra la sangre y el cuerpo». Luego, no luchamos en contra de otros hombres como nosotros, nuestros propios hermanos, sino «contra los ardides del demonio, contra los espíritus del mal que están en lo etéreo». Entonces, a partir de la Santa Escritura, los escritos de los Santos Padres y sus hagiografías, podemos ver claramente cómo los hombres terrenales que nos hacen oposición no son sino simples marionetas, más o menos conscientes, manipuladas y dirigidas por el señor de la oscuridad y la mentira. Luchando contra nuestro semejante que nos hace el mal, no hacemos más que intensificar ese mal, porque también nosotros nos contagiamos de lo que hay en el interior de nuestro adversario. Pero si recurrimos a la Cruz y a las armas de Dios, podremos vencer, como David, no a un puñado de filisteos, sino al mismísimo Goliat, y después de que este caiga, caerán también las huestes visibles que nos amenazan.

(Traducido de: Arhimandritul Paulin Lecca, Adevăr și Pace. Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, p. 37)