Nuestro deber de estar siempre preparados
Si pecaste, ve a buscar a tu padre espiritual y confiesa ante él: “¡Te he fallado, Señor! ¡Te suplico que me perdones, porque he pecado!”.
La Santa Escritura dice que tenemos que estar siempre preparados, porque nadie sabe cuándo morirá. No importa cuán joven seas... Tienes que mantenerte cerca de Dios, sin pecar, sin ser diferente, sin decir “no es nada”. No, ¡el Señor está siempre atento a todo! Cualquier pecado que cometas, grande o pequeño, corre a confesarlo inmediatamente para librarte de él. Esta es la mayor muestra de la prudencia de Dios, porque Él no castigará al que haya pecado, sino al que no haya pedido perdón.
“—¿Has cometido pecado?
—Sí, he pecado.
—¡Bien! Corre a confesarte, para limpiar tus faltas. De lo contrario, te quedarás con ellas”
La Santa Confesión es un don divino —porque Dios nos ama— para llevarnos al Cielo. Si pecaste, ve a buscar a tu padre espiritual y confiesa ante él: “¡Te he fallado, Señor! ¡Te suplico que me perdones, porque he pecado!”. Y, después de que el sacerdote lee las oraciones de rigor, quedas limpio de tus faltas, pero tienes que esmerarte en permanecer así.
¡Pero la indiferencia es un peso demasiado grande para nosotros!
(Traducido de: Starețul Dionisie – Duhovnicul de la Sfântul Munte Athos, Editura Prodromos, 2009, pp. 50-51)