Nuestro deber de orar por los demás
Es muy importante y muy generoso, casi divino, aprender a orar por los demás.
Es muy importante orar pidiendo por ti mismo y tus necesidades, pero más importante es orar por los demás. Tan importante es, que en griego hay dos palabras distintas para la oración común: la oración por uno mismo y la oración por el otro. Hay un ícono, el del Justo Juez, que en un lado y en el otro tiene a la Madre del Señor y a San Juan el Bautista, que se llama Deisis. Deisis es el nombre de la Madre del Señor en esa hipóstasis orante, misma que, en el Día del Juicio, le pide a su Hijo por nosotros. Así pues, orar por los demás es más que recomendable.
Tenemos varios ejemplos de esto en el Evangelio: uno de ellos es el del paralítico que fue llevado ante Jesús por sus cuatro amigos, quienes, al ver que no se podía entrr en la casa donde estaba el Señor, se subieron al techo y, por medio de una abertura, bajaron al enfermo (como lo hacemos nosotros al enterrar a alguien) ante Jesús. Nuestro Señor, viendo tal muestra de fe, obró el milagro. ¡Su fe, la de los cuatro amigos! No dice que se tratara únicamente de la fe del enfermo. Ni siquiera sabemos si le pidió algo a Jesús; tampoco Él le preguntó nada. Aquí no se hace referencia a la fe o la falta de fe del sujeto, sino solamente a la fe de aquellos cuatro que lo llevaron ante Jesús. Su oración fue eficiente, productiva. Es muy importante y muy generoso, casi divino, aprender a orar por los demás.
(Traducido de: Mitropolit Bartolomeu Anania, Rugăciunea, izvor de putere în încercările vieţii, Editura Doxologia, 2013, pp. 54-55)