Palabras de espiritualidad

Nuestros actos revelan lo que hay en nuestro corazón. ¿Con quién andas?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El pérfido aparenta ser afable y honesto, te habla agradablemente; sin embargo, la falsedad de su corazón se hace evidente con sus actos. No por sus palabras, sino por sus actos puedes darte cuenta de su humanidad. Muchos corren a esconder sus vicios, para parecer personas maravillosas.

Aprovecha la compañía de esos cuyo carácter se ha perfeccionado; que tu alma se goce al hablar con ellos y que tus oídos permanezcan atentos a lo que dicen. Porque sus palabras son palabras de vida y la salud espiritual vive en esos que la buscan con ahínco. Así como el sol del amanecer aleja la oscuridad, así también las enseñanzas de los santos alejan la oscuridad de tus pensamientos. Por favor, no evites la compañía de semejantes hombres de Dios, porque así, siguiendo sus consejos, tu mente se elevará a los Cielos y la vacuidad de este mundo no podrán dañarte, ya que las virtudes de tu alma cuidarán de tus pensamientos.

Al contrario, evita la compañía de quienes descuidan los mandamientos de Dios. Está claro que ya están muertos para la virtud y viven sólo para sus vicios, alegrándose de hacer su propia voluntad, sin saber que están lejos de la felicidad divina. No te juntes, pues, con semejantes personas; ni siquiera te detengas a conversar con ellos, si no desean volver al camino correcto. Y si no te buscan para que los ayudes en esto, evítalos, como si se tratara de los peores adversarios. Un huevo pútrido contamina a los demás y una sola gota de hiel alcanza para amargar una gran cantidad de miel. Nuestro Señor nos exhorta a huir de semejante peligro (Mateo 16, 6). En este pasaje, Cristo utiliza la palabra “levadura” para referirse a la iniquidad de los hombres. El pérfido aparenta ser afable y honesto, te habla agradablemente; sin embargo, la falsedad de su corazón se hace evidente con sus actos. No por sus palabras, sino por sus actos puedes darte cuenta de su humanidad. Muchos corren a esconder sus vicios, para parecer personas maravillosas. Sin embargo, al esconder en su seno la serpiente de la vileza, cuando esta los muerde, se hinchan y ya no pueden ocultarlo a los demás, porque no hay nada oculto que no llegue a saberse (Mateo 10, 26).

(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Învățătură către fiul duhovnicesc, traducere de I. Popa, Editura Mitropolia Olteniei, Craiova, 2007, pp. 56-57)