Palabras de espiritualidad

Orar sin distraerse es un trabajo arduo, sí, pero no imposible de realizar

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Tienes que saber que la oración completamente libre de distracciones es cosa de los más avanzados; pero, nosotros, que somos tan débiles, quienes aún luchamos en contra de nuestras pasiones, tenemos que esforzarnos en concentrarnos y en hacernos humildes cuando sintamos que los malos pensamientos nos asaltan.

«Te perturba el hecho de que, al orar, no puedes concentrar tus pensamientos, sino que tu mente se dispersa. Tienes que saber que la oración completamente libre de distracciones es cosa de los más avanzados; pero, nosotros, que somos tan débiles, quienes aún luchamos en contra de nuestras pasiones, tenemos que esforzarnos en concentrarnos y en hacernos humildes cuando sintamos que los malos pensamientos nos asaltan, sin dejarnos aturdir por ellos, porque esto solamente le daría poder al maligno para atacarnos con más fuerzas. Por el contrario, si nos revestimos de humildad, lo haremos huir. Y, aunque todo el tiempo tuviéramos una oración pura, sin distracciones, tampoco podríamos librarnos de los pensamientos de orgullo o vanagloria, que el maligno nos envía sin descanso.

Acordémonos de que Dios recibe con agrado la oración de los que son humildes. Me preguntas, además, qué oraciones deberías leer diariamente. Debido a que desconozco la situación exacta de tu hogar y cuáles son tus destrezas y fortalezas, no puedo darte una respuesta precisa. Sin embargo, puedo proponerte lo siguiente, según tu disposición: por la mañana, lee las oraciones matinales de tu libro de oración y, si tienes tiempo, un katisma del Salterio o una oración de glorificación. En la noche, las oraciones correspondientes del libro de oración. También, a lo largo del día, no importa en qué momento, puedes hacer el Canon a la Madre del Señor y el del Ángel Guardián. El sábado, lee el Acatisto a la Madre del Señor y, el domingo, el Acatisto a nuestro Señor Jesucristo, sumado a un capítulo de las cartas de los Apóstoles y del Evangelio, así como algunas postraciones.

Eso sí, haz todo esto con humildad, sin pensar: “¡Qué bueno es lo que hago!”, como sucedía con el fariseo. Si por algún motivo justificado o por simple dejadez no logras cumplir alguna parte de esta regla de oración, no pierdas la tranquilidad, sino que, haciéndote humilde, piensa que eres el último de todos».

(Traducido de: Sfântul Macarie de la OptinaSfaturi pentru mireni, Editura Sophia, București, 2011, pp. 6-7)