Oremos para ser capaces de amar a los demás así como son
El que vive en el pasado, vive como un expósito. El que vive en el futuro, con su imaginación, es un ingenuo, porque el futuro está sólo en manos de Dios. La alegría de Cristo se puede encontrar sólo en el presente.
Cuando sientas que vas a juzgar a alguien, pídele a Dios que te ayude a vencer tal pensamiento, para poder amar a ése a quien ibas a criticar, así como Él mismo le ama. Entonces Dios te ayudará y verás tus propias miserias. ¿Si pudieras ver a Cristo (en el otro), lo seguirías juzgando?
Si una persona no te agrada, piensa que en su rostro estás viendo también el de Cristo. Entonces no te atreverás a emitir ningún juicio.
Debemos amar a los demás y abrazarlos como Dios nos lo haga sentir. Esta es la forma en que nuestro Señor considera la tradición de la justa razón.
Nadie debe ser siervo de otro. Somos siervos tan sólo de Dios. “Cómprense la honra”, dice el Apóstol. La adulación no debería existir.
Las palabras que pronunciamos permanecen indelebles.
Sólo cuando te perfeccionas en el amor puedes alcanzar la virtud.
Sólo los que actúan con amor pueden lograr lo que se proponen.
Es normal que aparezca la tentación de juzgar. Pero criticar y condenar son manifestaciones de la maldad.
El discernimiento es un don de Dios y debemos pedirle que nos lo dé. Es necesario para salvarnos y fortalecernos.
El indeciso no tiene ninguna utilidad en esta vida.
Cuando es necesario, Dios nos envía a alguien. Todos somos compañeros de viaje.
El idioma de Dios es el silencio.
El que vive en el pasado, vive como un expósito. El que vive en el futuro, con su imaginación, es un ingenuo, porque el futuro está sólo en manos de Dios. La alegría de Cristo se puede encontrar sólo en el presente. En el eterno presente de Dios.