¡Paciencia y humildad, dos virtudes tan necesarias en la vida del cristiano!
¿Quieres permanecer en la santa casa de la paciencia y no salir más de ahí? Reúne el alimento que necesitarás para ello: adquiere y multiplica en ti los pensamientos y los sentimientos más humildes.
“El hogar del alma es la paciencia, porque en ella puede pervivir. El alimento del alma es la paciencia, porque con ella se nutre”, decía San Elías el Ecdicos. Es con el alimento santo de la humildad que podemos permanecer en la santa casa de la paciencia. Y cuando este alimento no nos es suficiente, el alma abandona la casa de la paciencia. Como un torbellino, se deja llevar por la turbación, que la arrastra a donde quiere, sacudiéndola sin piedad. Como olas, se alzan en ella toda clase de pensamientos y sentimientos de pecado, ahogándola en lo profundo de las cavilaciones, las figuraciones, las palabras y los actos más insensatos y pecaminosos. El alma entra, así, en un estado de esclavitud, de oscura indolencia. Y, a menudo, se acerca al abismo de la desesperación asesina y la miseria absoluta. ¿Quieres permanecer en la santa casa de la paciencia y no salir más de ahí? Reúne el alimento que necesitarás para ello: adquiere y multiplica en ti los pensamientos y los sentimientos más humildes. Esa forma de la humildad que prepara al hombre para ser paciente en las aflicciones ya desde antes de que surjan y lo hace capaz de soportarlas con una buena disposición del corazón después de que aparecen, es llamada por los Santos Padres “autodifamación”.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, Cuvinte către cei care vor să se mântuiască, Editura Sophia, București, p. 13)