¡Padres, alegren a sus hijos!
Que la serena y pura alegría de la infancia feliz esté con nuestros hijos, desde la misma cuna. Que el amor, el consuelo y la ternura calienten sus corazoncitos, siempre.
El deber de los padres es hacer todo lo posible por desarrollar en los hijos el gusto por una alegría perfecta y que ésta no se envenene y se extinga con los placeres mundanos, abyectos y amenazadores. Estas dos clases de alegría son opuestas, porque, como dice el Señor: “no se puede servir a dos señores“ (Mateo 6, 24). Que la serena y pura alegría de la infancia feliz esté con nuestros hijos, desde la misma cuna. Que el amor, el consuelo y la ternura calienten sus corazoncitos, siempre. Que la paz y la armonía entre los padres reine en la familia, para que la serena infancia no se vea oscurecida. Cuando el niño crezca, el simple recuerdo de una infancia feliz, llena de amor y de alegría espiritual, será suficiente motivo para acercarse más a Dios y alejarse con éxito de las tentaciones que irá encontrando, inevitablemente, a lo largo de su vida.
(Traducido de: Nikolai Evgrafovich Pestov, Cum să ne creștem copiii: calea spre desăvârșita bucurie, traducere din limba rusă de Lucia Ciornea, Editura Sophia, București, 2005, p. 126)