Palabras de espiritualidad

Padres que leen, modelo para sus hijos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Muchos padres mandan a sus hijos a leer, mientras ellos se quedan viendo la televisión. Es un gran error que nuestros hijos no nos vean nunca leyendo un libro.

Es muy adecuada esa comparación que haces con la comida, imaginando a una madre que prepara una deliciosa receta para que su desganado hijo se alimente. Por eso y para despertarle el apetito, también los padres comen. Si se trata, entonces, de incentivarlo a leer, ¿no deberíamos hacerlo nosotros también? Y es que muchos padres mandan a sus hijos a leer, mientras ellos se quedan viendo la televisión. Es un gran error que nuestros hijos no nos vean nunca leyendo un libro.

Tristemente, el niño no recibe ese ejemplo por parte de sus padres. Es un problema complicado. No encontramos, en los progenitores, el modelo vivo de padres que aman la lectura, que aman los libros. No se lee. Quizás hojean una revista, un diario... y ésto, excepcionalmente.

Y si lo pensamos bien y respondemos con sinceridad, reconoceremos que en revistas y diarios no encontramos sino informaciones sin importancia y carentes de toda sustancia. Nuestros ojos se dejan llevar por las imágenes, leemos noticias sumarias, comentarios simples, usualmente sobre temas controversiales. Y si eso sucede con nosotros, adultos, es ya un problema. Significa que la imagen actúa en nosotros seductoramente y debemos esforzarnos en alejar nuestra vista de esa atracción gráfica para enfocarnos en el texto.

Un daño enorme lo hace también la televisión. Atrae a los niños con imágenes, por eso después leer les resulta cansado y desagradable el seguir textos. Si el niño, recostado en el sofá —con el mando a distancia en la mano— tiene la posibilidad de cambiar de canal cuando las imágenes acompañadas de texto no son de su agrado, mucho más difícil le resultará concentrarse en dos, tres o diez páginas de texto.

El lugar que los libros ocupan actualmente en la vida de las personas, no puede compararse con el de hace unos veinte o treinta años, cuando no habían tantos televisores, cuando los niños de la ciudad y los del área rural “se comían” los libros. Actualmente es necesario hacer un enorme esfuerzo para acercar los niños a los libros. Pero, con nuestro propio ejemplo lo podemos lograr.

(Traducido de: Pr. Vasile Thermos, Sfaturi pentru o creştere sănătoasă a copiilor, traducere de preot Şerban Tica, Editura Sophia, Bucureşti, 2009, pp. 169-170)  



 

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