Palabras de enseñanza desde el Monte Athos
“La vida sin Cristo no es vida. Si no ves a Cristo en todos tus actos y pensamientos, es que vives sin Él”.
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El anciano Porfirio decía: “La vida sin Cristo no es vida. Si no ves a Cristo en todos tus actos y pensamientos, es que vives sin Él”.
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El mismo anciano decía: “Cristo es nuestro amigo, nuestro hermano. Él es todo bien y toda belleza. Él es todo. En Cristo no hay ni tristeza, ni melancolía, ni introversión cuando el hombre se ve inundado por los pensamientos y las circunstancias que antes le oprimían y herían. Cristo es Alegría, Vida, Luz, verdadera Luz, que alegra al hombre, le da alas, le revela todas las cosas, le hace ver todas las criaturas, sufrir con todos y desear que todos estén con Cristo y junto a Él”.
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Anfiloquio, anciano de Patmos, decía de aquel que se olvida de Cristo, debido a sus numerosas ocupaciones: “A menudo, Cristo viene y llama a tu puerta. Tú lo que haces es dejarlo en la antesala de tu alma y, enfrascado en tus ocupaciones, te olvidas del Divino Visitante. Él espera y espera... y, si tardas mucho, se levanta y se va. También hay veces en las que estás tan ocupado, que le respondes desde la ventana... ¡No tienes tiempo ni para salir a la puerta!”.
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Sobre los aspectos de la Divina Providencia, mismos que el hombre ignora, el anciano Porfirio decía: “Los hombres pueden llegar a oscurecer su conciencia, al ver la nada que hay frente a sus ojos y pensar: Caemos en la nada, estamos perdidos. ¡Hasta por la espalda somos atacados! Entonces viene Dios e ilumina nuestra fe ortodoxa. Dios obra en misterio y no quiere influir sobre la libertad del hombre. Él conduce los sucesos de tal forma que el hombre viaje despacio al lugar a donde debe llegar”.
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El anciano Epifanio decía: “Las lecciones que Dios te da son totalmente distintas a las que te dan los hombres. Para nosotros, dos más dos son cuatro. ¡Pero, para Dios, dos más dos puede ser igual a cinco, o seis, o cualquier otro número!”.
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Antimo, anciano de Quíos, decía: “Sin la voluntad de Dios ni siquiera una piedra podría ser movida de su sitio, ni la hoja de un árbol podría titilar o caer al suelo”.
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El anciano Eusebio, de la Hermandad Zoe (Grecia), le escribía a uno de sus hijos espirituales: “Cuando Dios se aparta del hombre, este no sólo cae en toda clase de pecados y vilezas, sino que también pierde la fe. Dios te hizo como una criatura Suya y, por medio de tu fe en Él y tu voluntad de crecer de acuerdo a Su voluntad, Él te hace hijo Suyo. previendo todas las cosas como un Padre lleno de amor y cuidando de tu futuro, para que alcances la perfección”.
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Sobre los medios que Dios utiliza para ayudar al hombre, el anciano Antimo decía: “El Buen Dios no deja de aconsejar al hombre. Algunas veces lo ilumina, otras le envía consuelo por medio de otra persona, algunas otras le da una señal. La infinita misericordia de Dios utiliza todos los recursos posibles para acercar al hombre a Él y salvarle”. Y agrega: “Dios ayuda al hombre, sea poniendo en su camino un padre espiritual para que le guíe, o enviando un ángel para que le ilumine, o sugiriéndole un buen pensamiento, o a través de una revelación divina que le concede”.
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El anciano Jerónimo decía: “Estemos atentos al día de hoy. El futuro... ¡ese confiémoselo a la Providencia Divina! Dios nos ayudará. ¡Lo que sea de acuerdo a la voluntad de Dios, se hará! ¡No nos atormentemos pensando en el futuro! ¡Él nos ayudará!”.
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Al respecto del amor de Dios por el hombre, el anciano Antimo, nuevo santo de la Isla de Quíos, subrayaba: “Dios no separa a los justos de los pecadores, ni compara a los buenos con los malos. Si la abeja encuentra un poco de azúcar en un cenicero, no le importa cuán sucio esté dicho recipiente, porque tomará el azúcar para convertirla en miel. A Dios no le importa si el hombre se halla en pecado o en virtud, ni si es bueno o malo. A Él le importa únicamente el momento en que habrá de correr a él para ayudarle”.
(Traducido de: Sfântul Munte Athos)