Padre, ¿si alguien que se esfuerza con denuedo (en la vida espiritual) cae una y otra vez en lo mismo, no termina enfadando y decepcionando a Dios?

—¿Es que Dios espera alguna ventaja de nuestra parte? Sin embargo, somos Sus hijos y Él nos ama a todos por igual. Una vez vi a un padre que tenía en sus brazos a uno de sus hijos, un niño con cierto transtorno mental. A este le goteaba agua de la nariz, y su padre se la limpiaba con la manga de su propia camisa; después de hacer esto, lo abrazaba con fuerza y le besaba la frente. Lo mismo hace Dios: como el Buen Padre que es, no ama solamente a Sus hijos que están llenos de la Gracia, sino también a los que son débiles en lo espiritual, por quienes siente un dolor más grande y a quienes cuida con mayor atención.

¡Nadie podría imaginar cuánto ama Dios al hombre! No es posible comparar Su amor con nada, porque no tiene límites. Es tan grande, que si el hombre lo percibiera aún en una ínfima medida, su corazón de arcilla sería incapaz de resistirlo, porque se derretiría.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Patimi și virtuți, Ed. Evanghelismos, București, 2007, p. 196)