Palabras de espiritualidad

Para dejar de preguntarnos por el sentido de nuestras penas

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Las aflicciones son el cáliz de Cristo. Aquel que no haya comulgado de este cáliz no podrá heredar la vida eterna.

En tiempos de enfermedad, lo primero que tenemos que hacer es conminarnos a agradecerle a Dios, porque, cuando el alma gusta de la dulzura y la paz que le da ese agradecimiento, corre sola a buscarlo, como a un puerto seguro. El alma corre a la gratitud, huyendo de las pesadas olas de las lamentaciones, de la pequeñez de alma y la angustia.

Tenemos que entrar en el Reino de Dios por medio de las aflicciones. Cuando el Señor ama a alguien, le envía tribulaciones, y estas “matan” el alma de Su elegido para el mundo y le enseñan a flotar en las cercanías de Dios. En todas las aflicciones, como la enfermedad, los siguientes “medicamentos” nos dan consuelo y provecho espiritual: la confianza en la voluntad de Dios, el agradecimiento hacia Él, la capacidad de reprendernos a nosotros mismos, reconocer que somos merecedores del castigo de Dios y recordar que todos los santos recorrieron el camino de su vida terrenal luchando contra la atrocidad de las pasiones, porque las aflicciones son el cáliz de Cristo. Aquel que no haya comulgado de este cáliz no podrá heredar la vida eterna.

(Traducido de: Sfântul Ignatie BriancianinovDe la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, pp. 160-161)