Palabras de espiritualidad

Para el que crea que acumular riquezas es lo más importante

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

“Dices que te has asegurado tan bien tu futuro (material) y el de tus hijos, que desde ya puedes vivir de forma holgada, sin mayor cuidado. Y parece que ese bienestar ha terminado echando de tu alma el temor de Dios.”

Sinceramente, me siento preocupado por ti. Me escribes que te has asegurado tan bien tu futuro (material) y el de tus hijos, que desde ya puedes vivir de forma holgada, sin mayor cuidado. Y parece que ese bienestar ha terminado echando de tu alma el temor de Dios.

¿En verdad tu futuro está asegurado? ¿Cómo? ¿Con dinero? ¿Es que no has oído que actualmente los bancos están quebrando uno tras otro, dejando en la miseria a los otrora millonarios, quienes muchas veces llegan hasta el suicidio por desesperación?

¿Tienes casas y bodegas? ¿No sabías que un terremoto puede convertir todo eso en ruinas y polvo?

¿Has comprado huertos y terrenos? ¿Se te ha olvidado que las sequías, las inundaciones y las plagas son cosas cada vez más frecuentes?

Si leyeras el Evangelio, conocerías aquellas palabras de Cristo: “el engaño de la riqueza” (Mateo 13, 22). Me asombra que justamente en estos días, cuando la ira de Dios azota cualquier escudo terrenal con el que los hombres quisieran protegerse lejos de la fe en Él, Quien es Todopoderoso, tú te crees a salvo amparándote en tus riquezas y propiedades. Me recuerdas a los chinos, quienes, en una guerra que libraron contra Japón, abrían sus sombrillas al salir a la calle, pensando que así se estarían protegiendo de la metralla enemiga.

Junto a la condenable desidia que proviene de la riqueza, y que es algo completamente repugnante para Dios, encuentro otro problema en ti: tu riqueza está mezclada con la injusticia. Es como si estuvieras comiendo pan podrido, lleno de gusanos. Y, aunque no lo notes, te estás envenenando a ti mismo y también a tus hijos.

Escucha lo que dice San Juan Crisóstomo: “Aquellos que se enriquecen injustamente son más pobres que los mendigos. Es mejor mendigar que robar”.

El relato bíblico de Job nos demuestra que, si un hombre justo puede perder en un solo día toda su riqueza terrenal, con mayor razón podría ocurrirle a uno que es injusto. En un solo día perdió Job todo lo que tenía, incluyendo a sus hijos e hijas. Después hasta perdió su salud, y se sentó sobre la basura como un mendigo, lleno de heridas. Y solo entonces empezó a lamentarse. ¿No te asusta pensar que lo mismo podría pasarte a ti? Entre tanto sufrimiento y dolor, el piadoso Job defendió su alma de la desesperanza con una fe fuerte en el Señor. ¿Con qué piensas defender la tuya? ¿Y qué podría evitar que te suicides, es decir, que a la ruina material sumes la peor de las ruinas espirituales? En la Santa Escritura encontramos que “aquel que ama la injusticia, odia a su propia alma”En la soledad, en la profunda quietud de la noche, puedes hablar con tu conciencia: ¿es que amas más la injusticia que a tu propia alma?

“Apresuraos y enriqueceos en Dios”, como diee el Señor. Pero enriquecerse en Dios significa enriquecerse con eso que Dios ama y que nunca abandonará al hombre. Estamos hablando de la riqueza de la fe y la confianza en Dios, la riqueza de la misericordia y la compasión, la verdad y el amor fraterno.

Con este escudo podrás defender tu propia vida y la de tus hijos, de una forma más segura que la de cualquier reino terrenal, aun tratándose del más extenso de todos …

¡Que Dios te ilumine y te bendiga!».

(Traducido de: Episcopul Nicolae VelimiroviciRăspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, volumul I, Editura Sophia, București, 2002, pp. 170-172)