Para entender la responsabilidad del sacerdote como padre espiritual
“… Inesperadamente, uno de ellos cayó al agua. Corrí, lo tomé de los brazos y lo saqué. En ese momento, comprobé que el chico había quedado totalmente limpio, en tanto que el otro seguía retozando, sucio como antes, alrededor del pozo…”
En cierta ocasión, el padre Onufrio Frunză soñó al padre Joanicio Moroi y le preguntó:
—¿Su alma se salvó, padre Joanicio?
—¡Por la misericordia de Dios, sí, padre Onufrio! ¡Pero no fue fácil!
—¿Qué dice, padre? Usted, que se esforzaba tanto, que ayunaba tanto, ¿apenas pudo salvarse?
—Sí, porque fui sacerdote y también padre espiritual...
Del mismo modo, cuando ya era anciano, el padre Onufrio solía repetir que lamentaba haberse hecho sacerdote, a pesar de haber sido ordenado por el mismo padre Cleopa Ilie. Y decía: “Por una parte, cuando confiesas, no sabes a quién absuelves de sus faltas y a quién no. Hay personas que no se confiesan como es debido, y tú, como sacerdote, les permites que comulguen. Y, por otra parte, como sacerdote, puedes cometer algún pecado mortal en la Divina Liturgia, aún sin darte cuenta. ¡Qué tranquilo estaría yo ahora, si fuera un simple monje!”.
Otro día, nos contó lo siguiente: “Cuando tuve la bendición de ser el stárets del Monasterio Tarcău, conocí a dos monjes que habían cometido ciertos pecados. Uno de ellos vino inmediatamente a confesarse conmigo, pero el otro, no. Esa noche tuve un sueño: me hallaba junto a un pozo de agua cristalina, y dos muchachos con las mejillas llenas de fango y la ropa sucia jugaban alrededor del pozo. Inesperadamente, uno de ellos cayó al agua. Corrí, lo tomé de los brazos y lo saqué. En ese momento, comprobé que el chico había quedado totalmente limpio, en tanto que el otro seguía retozando, sucio como antes, alrededor del pozo”.
(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 773)