Para hacer que nuestra mente no se disperse cuando oramos
Si al orar sientes que los pensamientos te inundan y te someten, hazte humilde y pide perdón, diciendo: “¡He pecado, Señor, con mis palabras, mis pensamientos, mis actos y mis sentimientos!”.
Cuando ores en la iglesia, permanece en posición de oración. Para esto te servirá mantener los ojos cerrados. Ábrelos solamente cuando el sueño o la molicie amenacen tu estado de oración. Entonces, dirige la mirada a algún ícono o a la veladora encendida frente a ti.
Si al orar sientes que los pensamientos te inundan y te someten, hazte humilde y pide perdón, diciendo: “¡He pecado, Señor, con mis palabras, mis pensamientos, mis actos y mis sentimientos!”.
Esfuérzate en evitar que tu mente se disperse. De lo contrario, por obra del maligno, tu alma se apartará del recuerdo y el amor de Dios, como dice San Macario: “Todo el empeño de vuestro enemigo consiste en apartar vuestra mente del recuerdo de Dios, del temor y el amor hacia Él”.
Cuando la mente y el corazón se unen oración y los pensamientos no se dispersan, la Gracia de Dios ilumina y enciende el alma, y una alegría y una paz profunda inundan a todo el ser interior del hombre. Así pues, es nuestra obligación presentarle todos nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, esforzándonos en que cada uno de ellos sirvan solamente a Su voluntad.
(Traducido de: Un serafim printre oameni – Sfântul Serafim de Sarov, traducere de Cristian Spătărelu, Editura Egumenița, 2005, p. 320)