Para los niños y los adolescentes que se aburren en la iglesia
“¡Haga lo que haga y sienta lo que sienta, quédate conmigo, Señor! Quiero vivir todas las cosas de la juventud, pero cerca de Ti, permaneciendo en Tu Iglesia”.
«Si tienes diez años, todavía eres pequeña o pequeño y no puedes hacer como yo, que no me aburro en ninguna parte, mucho menos en la iglesia. En tu caso, lo que tienes que hacer es esto: tienes que transformar esa pregunta en una oración. Cuando sientas que te estás aburriendo, tienes que decir: “¿Qué hago ahora, Señor, para no aburrirme? ¡Ven, Señor, a mi aburrimiento y conviértelo en algo distinto!”. Pidéle a papá y mamá, y también a tu padre espiritual, que te ayuden a entender qué ocurre en la Divina Liturgia. Y es que ahí tienen lugar cosas absolutamente maravillosas y, si no las escuchamos, no podremos verlas ni vivirlas. Necesitas un poco de catequesis. Y nosotros, los adultos, necesitamos vivir realmente en el Espíritu la Divina Liturgia, para despertar ese “apetito” en nuestros hijos. Te mantendré en mis oraciones. ¡Señor, ayuda a todos nuestros pequeñitos y pequeñitas para que resistan las tentaciones inherentes a su edad!
Es ahora cuando el niño entra en una etapa en la que no ve más a Dios y no siente más Su presencia como antes, cuando era más pequeño, si fue concebido, criado y educado en la Iglesia. Ahora se acerca vertiginosamente a esa difícil edad de la adolescencia, en la cual todo cambia. Muchos adolescentes dejan de aburrirse en la iglesia, ¡porque ya no se acercan a la iglesia! Luego, los padres físicos y también los padres espirituales deben tener mucha paciencia, comprensión y un especial tacto pedagógico brotado de la oración. En cuanto a ustedes, niños y niñas, deben orar así: “Señor, a esta edad me sucede esto y aaquello, siento esto y lo otro. Todo el tiempo me siento confuso y anhelando algo completamente nuevo y extraordinario. Algunos impulsos, antes desconocidos para mí, me hacen sufrir. Te pido, no me permitas alejarme de Ti, no dejes que el aburrimiento, la distracción, el coraje o el temor me separen de Ti. ¡Haga lo que haga y sienta lo que sienta, quédate conmigo, Señor! Quiero vivir todas las cosas de la juventud, pero cerca de Ti, permaneciendo en Tu Iglesia. Quiero acercarme más al Sacramento de la Confesión…”. Los peligros de la vida sin Dios son muy grandes, queridos hijos. Recuerden que Él no los dejará nunca, hagan lo que hagan. No se alejen de Él, hagan lo que hagan. Las tormentas de la adolescencia pasarán y de ustedes depende que los daños que deje sean grandes o pequeños».
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Cum să ne aflăm odihna de la gânduri, Editura Doxologia, Iași, 2019, pp. 57-58)