Palabras de espiritualidad

Para los que dicen que no puden salvarse en el mundo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El lugar no nos salvará, si no hacemos la voluntad de Dios. Al contrario, la salvación se obtiene manteniendo la mente dirigida, con alegría, hacia Dios, Porque en nada nos ayudará nuestra investidura ni permanecer en un lugar santo, si no cumplimos con los mandamientos de Dios. Porque, ¿qué atavío más grande existió que el de Adán, la inmortalidad, o qué lugar fue más hermoso que el Paraíso, de donde él fue expulsado, por haber vulnerado el mandamiento de Dios?

El lugar no nos salvará, si no hacemos la voluntad de Dios. Al contrario, la salvación se obtiene manteniendo la mente dirigida, con alegría, hacia Dios,

Porque en nada nos ayudará nuestra investidura ni permanecer en un lugar santo, si no cumplimos con los mandamientos de Dios. Porque, ¿qué atavío más grande existió que el de Adán, la inmortalidad, o qué lugar fue más hermoso que el Paraíso, de donde él fue expulsado, por haber vulnerado el mandamiento de Dios?

Al contrario, ¿qué es más deshonroso que la basura, desde donde Job supo cumplir con los mandatos de Dios, siendo llevado desde allí a los Cielos? Recordemos también a Saúl, quien, siendo rey, vivió en palacios y rodeado de riquezas... pero cuando le llegó el momento de morir todo lo perdió, incluso la oportunidad de salvarse. Pensemos también en Lot, quien, hallándose en Sodoma, en medio de un pueblo de gente inicua, siguió rectamente lo que Dios le ordenó, salvándose. Y si uno que tiene esposa e hijos afirma que no puede salvarse en este mundo, seguramente se engaña en su locura, porque Dios nos recibe a todos, sin importar el lugar, si sabemos cumplir con Sus mandamientos. El lugar no salva a nadie, como tampoco lo condena; al contrario, son los hechos los que nos condenan o nos salvan.

Entonces, aún viviendo en el mundo, hermanos, no pierdan la esperanza si han pecado, sino que, insisto, por medio del arrepentimiento corramos hacia Dios, siendo también piadosos con los demás, especialmente con los pobres y débiles. Porque es para ellos que Dios te confió los bienes que ahora tienes, porque nadie ha nacido rico. Por eso, ayuda a los demás, de buena fe, porque es de mucha ayuda para tu alma el ofrecer de lo que tienes. Y no lo hagas frente a terceros. Asimismo, no olvides ayudar a tus parientes más cercanos. Empieza primero ayudando a los que tienes cerca, en casa, para después hacerlo con los demás. Porque falso es quien ayuda a los pobres, mientras que en su propia casa sus parientes no tienen con qué vestirse, cómo calzarse o qué comer. Luego, ¿cómo puede uno como éste decir que cuida de sus almas, pero no atiende sus necesidades más elementales? ¿Cómo puede enseñarles el temor de Dios, mientras atraviesan tantas limitaciones? ¡Oh, cuánta torpeza y cuánta maldad de corazón!

La misma Escritura dice: “Feliz el que cuida el alma de sus siervos y no permite que su familia viva en necesidad”. Porque, si enojas a los tuyos, apiadándote de otros, el Señor te dirá: “Falso, ciego de maldad, sácate primero la viga del ojo y podrás sacar la basura que haya en tu hermano”. Entonces, luego de recibir estas palabras, apiádate de los que están cerca de ti y procura su bienestar, para que Dios se compadezca de ti, a Quien se debe toda gloria, por los siglos de los siglos.

Traducido de: marturieathonita.ro/pentru-cei-ce-zic-ca-nu-se-pot-mantui-in-lume