Para poder distinguir el origen de nuestros pensamientos
Solamente quienes han probado la dulzura de la Gracia del Espíritu Santo y se han purificado el corazón de toda pasión, han obtenido el don de distinguir el origen de los pensamientos.
Además de los malos pensamientos, también hay en nosotros pensamientos buenos, que Dios nos envía. ¿Cómo distinguir los unos de los otros? Los principiantes en la vida espiritual tienen consultar a los padres espirituales más experimentados, especialmente a aquellos que han obtenido el don de distinguir el origen de los pensamientos. En general, es bueno saber que cuando somos inundados por la alegría cuando nos viene un pensamientoa a la mente, ese pensamiento proviene de Dios. Por el contrario, los pensamientos que el demonio nos envía están llenos de agitación y tristeza. Veamos cómo explica San Barsanufio la diferencia entre el pensamiento que proviene de Dios, y el pensamiento que proviene del demonio: “Cuando el pensamiento te exhorta a hacer algo según la voluntad de Dios, y a alegrarte haciéndolo, es un pensamiento que viene de Él. Los pensamientos enviados por el demonio nos perturban y nos llenan de tristeza, atrayéndonos, de forma sutil y a escondidas. Estos pensamientos se visten con piel de oveja, es decir, se revisten del aspecto de unos pensamientos justos, pero en verdad son como lobos salvajes”.
Además, es necesario precisar que también hay otros pensamientos que traen alegría, pero que provienen del orgullo de un corazón que ama los placeres. En conclusión, solamente quienes han probado la dulzura de la Gracia del Espíritu Santo y se han purificado el corazón de toda pasión, han obtenido el don de distinguir el origen de los pensamientos; quienes carezcan de esta experiencia, es mejor que acudan a los padres más experimentdos, porque el astuto maligno puede llegar a susurrarnos pensamientos de justificación, para engañarnos.
(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Psihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 252-253)