Palabras de espiritualidad

¿Para qué recibimos un canon después de confesarnos?

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Mientras más oras y con más atención, mientras más te esfuerzas en el ayuno y la oración, más se enraiza en tu alma lo que es bueno y santo.

Cuando tu confesor te prescribe un canon que incluye un determinado número de postraciones diarias, además de ayuno, oración, caridad y otros medios para enmendarte, lo hace pensando en ayudarte a recobrar la paz interior. El pecado es el peor enemigo del hombre, del cristiano, porque lo aleja de Dios. Luego, tenemos que dar, para poder recibir. He conocido personas a las que les he prescrito hacer cien postraciones al dia, pero que han terminado haciendo trescientas. ¿Por qué? Porque han alcanzado un profundo conocimiento de sí mismas, admitiendo el peso de sus pecados. Y yo he aplaudido su determinación: “¡Has hecho muy bien!”.

Esto mismo es lo que dice San Serafín de Sarov, un gran santo ruso: en la confesión, los cánones que se prescriben son medios para nuestra rectificación, no simples castigos. Al cumplir con ese canon, nuestra alma se llena de paz, recibimos un gran consuelo espiritual y crecen nuestra fe y nuestro amor a Dios.  Mientras más oras y con más atención, mientras más te esfuerzas en el ayuno y la oración, más se enraiza en tu alma lo que es bueno y santo.

A menudo somos como vasos de bronce que suenan a vacío, sin fe, sin devoción, atormentados por toda clase de pensamientos. Y eso es justamente lo que nos impide orar de manera correcta; así, terminamos “rezando” como si fuera un simple trámite. Sí, hermanos, es muy común ese mal hábito de orar solo por hacerlo. Y después nos confesamos del mismo modo en que oramos: sin concentrarnos, a la ligera. Luego de quince minutos o media hora de “oración”, nuestros ojos siguen las líneas de lo que estamos repitiendo con la boca, pero nuestra mente está perdida en cualquier otro lugar. Esa oración no tiene cómo llegar hasta Dios.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Ne vorbește Părintele Sofian (Boghiu)volumul I, Editura Episcopiei Romanului, 1997, p. 100)