Para quien duda y le teme al futuro
¿Qué haríamos si, a pesar de haber ayudado un sinfín de veces a un amigo nuestro, este nos viera con desconfianza y dudara de nuestra amistad?
Si pudiéramos recordar todas las bondades que nosotros, a pesar de ser indignos, hemos recibido por parte de Dios, no nos quedaría lugar para las quejas y el descontento. Pero, lo que tendemos a recordar es cada uno de los pesares y sinsabores que hemos vivido. Y, a menudo, enumerando las aflicciones y fracasos de nuestra vida, olvidamos compararlos con los incontables casos en los que hemos sentido sobre nosotros la evidente acción de la piedad y el auxilio de Dios.
¿Qué haríamos si, a pesar de haber ayudado un sinfín de veces a un amigo nuestro, este nos viera con desconfianza y dudara de nuestra amistad? ¡Desde luego que rechazaríamos semejante actitud! En esa misma medida, o aún más, pecamos contra Dios, porque, aunque en incontables ocasiones hemos gozado de Su generosa ayuda y de Su enorme paciencia, seguimos dudando que nuestra oración será escuchada, y sentimos que el futuro nos atemoriza. ¡No hay forma de que nuestra duda le agrade a Dios! Lo mejor sería que, reconociendo nuestra propia indignidad, mantuviéramos en nuestro corazón, con profundo agradecimiento, el recuerdo de tantas y tantas pruebas de misericordia por parte de nuestro Señor, estando siempre preparados para ofrecerle todo lo que nos pida.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 247)