Palabras de espiritualidad

Para quienes dicen que no es posible cumplir con los mandamientos

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

Translation and adaptation:

Les hablo de todo eso, exhortándolos a ser generosos, para que todos podamos participar de esa herencia y hacernos dignos del Reino de los Cielos, en Jesucristo, Señor nuestro.

Decía San Gregorio: “Hubo una vez un hombre cualquiera, un siervo, al que muchos de ustedes, como yo, conocieron en algún momento. Era realmente un hombre muy pobre, materialmente hablando, pero muy rico en acciones virtuosas. En algún momento cayó presa de una dura y prolongada enfermedad, de tal suerte que ni siquiera podía levantarse de su lecho, ni sentarse, ni voltearse estando acostado, ni siquiera llevarse las manos a la boca. Sin embargo, su madre y sus hermanos le ayudaban, y lo que la gente le daba para sostenerse, ellos lo repartían entre los más pobres del lugar. No sabía leer, pero tenía varios libros, mismos que le leían quienes venían a verle. Así, escuchándoles, nuestro hombre se consolaba en su enfermedad y daba gloria a Dios en todo momento.

Sucedió que, habiéndole llegado el momento en que debía partir de este mundo, comenzó a cantar y a exaltar a Dios, invitando a quienes le visitaban a cantar con él. Pero, en un momento dado, cuando los demás cantaban con él, les hizo callar, exclamando: “¡Cállense, cállense! ¿No oyen las alabanzas que vienen del Cielo?”. Y, en ese mismo instante, aquella santa alma fue tomada del cuerpo por los ángeles. Y todo aquel lugar se llenó de una fragancia muy agradable, manando del cuerpo del hombre, con lo cual todos entendieron que su alma había sido recibida en el Paraíso.

Luego, esto es lo que les pido a Ustedes, hermanos: examinemos con qué nos vamos a presentar ante el estremecedor Juicio, si nuestras buenas acciones han empezado a disminuir. Recordemos a este pobre, quien aún sin manos supo cumplir con los mandamientos del Señor. ¿O es que, en aquel terrible momento, el Señor no nos mostrará a los Apóstoles, quienes llevaron a muchos fieles al Reino, junto con ellos? ¿Es que no nos mostrará a los Mártires, quienes derramaron su sangre por Él? ¿Qué diremos entonces, cuando veamos a este siervo del cual les hablé, habiendo salvado su alma?

Por eso es que les hablo de todo eso, exhortándolos a ser generosos, para que todos podamos participar de esa herencia y hacernos dignos del Reino de los Cielos, en Jesucristo, Señor nuestro”.

(San Gregorio, Obispo de Roma)

(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 453)