Todos los pensamientos diabólicos inmiscuyen en el alma figuraciones de las cosas sensibles, que, grabándose en la mente, le hacen portar en su interior las formas de esas cosas. Así, a partir de eso que se proyecta en tu mente puedes conocer cuál demonio se te ha acercado. Por ejemplo, si en mi pensamiento aparece la imagen de uno que me hizo daño, o me engañó, es el rencor lo que se me está entrometiendo. Si en mi mente aparece un pensamiento sobre el dinero o la honra de este mundo, puedo reconocer también al espíritu que me ataca. Lo mismo se puede hacer con los demás pensamientos, que te permiten identificar al enemigo y su acechanza. Con esto no quiero decir que todos los recuerdos e ideas provengan del demonio, porque la misma mente, estimulada por el hombre, puede producir imaginaciones de cosas y hechos. Me refiero, ante todo, a esos recuerdos que encienden la ira y los apetitos cotrarios a lo natural. Porque estas fuerzas vienen a la mente para perturbala y llevarla al desenfreno, para que no pueda recibir la revelación de Dios, Quien le diera la ley. Porque el destello de la luz divina se muestra a los poderes racionales del alma durante la oración, después de apartar cualquier otro pensamiento.

(Traducido de: Sfântul Evagrie, Filocalia vol 1, Editura Dacia Traiana, Sibiu, 1947, p. 48)