Palabras de espiritualidad

Para sentir un poco el consuelo del martirio

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Quienes quieran salvarse por amor a Cristo, pero no tienen ocasión para el martirio, pueden hacer que su amor ferviente se manifieste en un esfuerzo físico por las almas de los difuntos que sufren, para que también esas almas tengan un poco de descanso.

Padre, ¿cómo podemos hacer para sentir el sacrificio, el martirio?

—Para que puedas sentir al menos un poco de lo que es el martirio, tienes que empezar aceptando con gozo el desprecio de los demás. Y si quieres experimentar algo de lo que es el sacrificio, ya que no puedes ayunar por 40 días como nuestro Señor Jesucristo, hazlo durante un día entero, un miércoles —día que nos recuerda el momento cuando nuestro Señor fue traicionado—, o un viernes, cuando fue crucificado. Quienes quieran salvarse por amor a Cristo, pero no tienen ocasión para el martirio, pueden hacer que su amor ferviente se manifieste en un esfuerzo físico por las almas de los difuntos que sufren, para que también esas almas tengan un poco de descanso. Si el martirio es una efeméride, también el sacrificio lo es, porque el que se esfuerza se aparta de todo consuelo humano, para así encontrar el consuelo divino.

Los Santos Mártires se llenaban de gozo cuando se les ofrecía la ocasión para el martirio. El ascetismo en la vida espiritual empezó con el martirio. Cuando el gran Constantino llegó al poder, sacó a los cristianos de las prisiones —porque los tenían encerrados para aniquilarlos—, unos más extenuados y débiles que los demás, etc. Así fue como cesaron los martirios. Y justamente muchos de esos que, hallándose en prisión, esperaban con regocijo su momento de dar testimonio, cuando fueron liberados, se entristecieron porque Constantino había estropeado su intención de hacerse mártires. Mientras esperaban morir como mártires, inesperadamente se vieron libres. Por eso, por amor a Dios y para honrar esa llama que ardía en su interior por dar testimonio, se retiraron a las montañas para vivir como ascetas. Así, los tormentos que hubieran recibido de Diocleciano y de Maximiano, ellos mismos se los infligieron con el esfuerzo y el sacrificio. Esta es la forma en que el ascetismo entró en nuestra religión.

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulCuvinte duhovnicești. Volumul 2. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a doua, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 263-265)

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