Para ser cristiano debes ser también poeta
El alma del cristiano debe ser delicada y sensible; debe volar y volar, vivir de maravilla en maravilla. Debe volar a lo infinito, a las estrellas, a la grandeza de Dios, en silencio.
El alma del cristiano debe ser delicada y sensible; debe volar y volar, vivir de maravilla en maravilla. Debe volar a lo infinito, a las estrellas, a la grandeza de Dios, en silencio.
Quien desee ser cristiano debe, en primer lugar, hacerse poeta. ¡En verdad! Para ser cristiano debes sentir dolor. Debes amar y debe dolerte. Debe dolerte por ese a quien amas. El que ama se ofrenda a sí mismo por el ser amado. Corre toda la noche, vela, no le importa que los pies le sangren con tal de encontrarse con aquel a quien ama. Se sacrifica, no le importa nada más, ni las amenazas, ni el esfuerzo, nada. Y todo por el amor. El amor por Cristo es otra cosa, infinitamente más alta.
Y cuando decimos “amor” no nos referimos a las virtudes que alcanzaremos, sino a un corazón que ama a Cristo y a los demás. A esto debemos volver. Pensemos en una madre que lleva a su hijo en brazos, besándolo y acariciándolo. Pensemos en su rostro tan luminoso, cuando toma entre sus brazos a su angelito. El hombre de Dios ve todo esto, le impresiona y, sediento, dice: “¡Si al menos yo pudiera sentir ese mismo amor por mi Dios, por mi Cristo, por la Santísima Madre del Señor, por todos nuestros santos!”. Sí, así es como debemos amar a Cristo, a Dios. Lo deseas, lo quieres y lo alcanzarás, por la Gracia de Dios.
(Traducido de: Ne vorbește părintele Porfirie, Editura Egumenița, p. 181-182)