Para ser dignos de recibir la Santa Comunión
Cuando la chica quiso comulgar, algo extraño sucedió: aunque se le impartió la Santa Comunión con la cucharilla, en la boca de la muchacha no entró absolutamente nada. Estremecida por lo que acababa de vivir, la muchacha se arrepintió y fue a buscar al padre Jacobo para confesarse otra vez.
Tan fuerte era el deseo del stárets Jacobo Tsalikis de que los fieles se acercaran a la Santa Comunión, que, una vez distinguía un arrepentimiento sincero, no imponía un canon muy severo. De hecho, demostraba una gran compasión e indulgencia hacia quienes venían a confesarse, pero sin infringir las condiciones esenciales para poder comulgar.
Por ejemplo, en 1987 no le permitió a una muchacha que recibiera la Santa Comunión. Y no fue una, sino dos veces; cuando la chica quiso comulgar, algo extraño sucedió: aunque se le impartió la Santa Comunión con la cucharilla, en la boca de la muchacha no entró absolutamente nada. Estremecida por lo que acababa de vivir, la muchacha se arrepintió y fue a buscar al padre Jacobo para confesarse otra vez, ahora correctamente.
Algo semejante sucedió con un periodista, quien insistía en su deseo de comulgar, aunque el padre veía que no le sería de ningún provecho espiritual. El mismo padre Jacobo relataría ese suceso con estas palabras: «En el mismo momento en el que tenía que impartirle la comunión, una duda me sacudió y exclamé: “¡Mi gran santo, David (de Eubea)!”. Entonces, la santa cucharilla resplandeció con una radiante luz áurea, salió de mi mano, pasó sobre mi cabeza y fue a posarse suavemente sobre la Santa Mesa».
(Traducido de: Stelian Papadopulos, Fericitul Iacov Țalikis, Starețul Mănăstirii Cuviosului David „Bătrânul”, Editura Evanghelismos, București, 2004, p. 156)