¿Participamos de los sufrimientos del Señor?
Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: pero no solamente de Aquel que está lleno de gloria, sino también del Cristo del dolor y la abyección, el que fuera abofeteado.
El creyente es feliz y, del mismo modo, es protegido; sin embargo, es también vulnerable, expuesto como un convaleciente, como alguien que ha sido descarnado. Está como en una casa de cristial: todos lo ven, incluso en sus situaciones más personales.
Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: pero no solamente de Aquel que está lleno de gloria, sino también del Cristo del dolor y la abyección, el que fuera abofeteado, el Mismo al que le cubrieron el rostro para que adivinara quién le golpeaba, instado a alegrarse con esos que se arrodillaban ante Él y se burlaban de Él.
El que come Mi carne y bebe Mi sangre, permanece en Mí, y yo en Él: pero la sangre que brotó de la Cruz el cuerpo atravesado con la crucifixión.
No solamente debemos alzarnos, sino que también debemos encender la chispa divina de nuestro interior.
Cualquiera que haya sido teofanizado participa de los dos sufrimientos del Señor: las burlas y la crucifixión. Y debe saber que ante los ojos de muchos esto parecerá una cosa ridícula, y también que ha confraternizado con el dolor, como un permanente hermano de cruz.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, pp. 227-228)