Palabras de espiritualidad

Pecar, arrepentirse y decidirse a cambiar

    • Foto: Doxologia

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Debemos saber que, para ser perdonados, no es suficiente con arrepentirnos con toda el alma y confesarnos. Se sobrentiende que es necesaria también nuestra decisión firme de no volver a caer en los mismos pecados.

Fueron sanados solamente por su profundo arrepentimiento (David, Manasés, el ladrón, la mujer adúltera, el hijo pródigo), por las lágrimas de fuego que brotaron de su contrición —manadas de lo más profundo de sus almas—, y por habarse condenado a sí mismos. Se dieron cuenta de sus pecados, se juzgaron y se condenaron a sí mismos. Lloraron con un corazón compungido y por eso fueron perdonados.

Lo mismo ocurre con todos aquellos que buscan a Cristo con un arrepentimiento auténtico y se confiesan con sinceridad. Nuestro Buen Dios no aparta a nadie. El perdón de los pecados del hombre no viene como recompensa por sus acciones, sino que se le ofrece cual don por el amor de Dios. Sin embargo, debemos saber que, para ser perdonados, no es suficiente con arrepentirnos con toda el alma y confesarnos.

Se sobrentiende que es necesaria también nuestra decisión firme de no volver a caer en los mismos pecados. “Porque si, después de haberse alejado de la impureza del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera”, escribe el Santo Apóstol Pedro. “Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: 'el perro vuelve a su vómito'...”.

(Traducido de. Sfântul Simeon Noul Teolog, Miezul înțelepciunii Părinților, Editura Egumenița, p. 52)