“Pedid, buscad, llamad”
Si no tenemos la Gracia, nada podremos conseguir, porque a día de hoy nuestro corazón está podrido hasta sus cimientos.
Como todos sabemos, si la tierra no es rociada con agua, no podrá dar ningún fruto, aunque las semillas hayan sido arrojadas correctamemene en los surcos.
Lo mismo ocurre con el corazón del hombre: aunque escuche la palabra del Señor, si no es hidratado por la Gracia de Dios, será incapaz de dar frutos dignos. Por eso fue que recibimos el mandamiento de orar con fervor para recibir la Gracia: “Pedid, buscad, llamad”, dice el Señor (Mateo 7, 7).
Con esas palabras somos exhortados a pedirle a Dios —con toda perseverancia— que nos envíe Su Gracia, para que nos dé “oídos para escuchar” Su Palabra y un “corazón para entender” Su voluntad (Isaías 6, 10). Sin esto, nada podremos conseguir, porque a día de hoy nuestro corazón está podrido hasta sus cimientos. Así, aunque escuchemos la Palabra del Señor, no somos capaces de entenderla y profundizarla en el corazón; y si la entendemos, no la podemos poner en práctica. Esta es la razón por la cual necesitamos constantemente de la Gracia de Dios, que es nuestro auxilio en la práctica de la virtud.
(Traducido de: Sfântul Tihon din Zadonsk, Dumnezeu în împrejurările vieţii de zi cu zi, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 108)