Permanecer a salvo en la oración
Al empezar a orar, lo que sientes es alegría; después, dulzura, y al final vienen las lágrimas, porque sientes la presencia de Jesús.
El anciano Anfiloquio solía decirles a sus hijos espirituales: «Mientras permaneza sobre el risco de la oración, la violencia de las olas no me podrá hacer nada. Pero, si desciendo un poco, es posible que terminen sumergiéndome. La “Oración del corazón” reintegra, une, santifica. En tanto el fuego de la “Oración de Jesús” arda en el alma, todas las hojas y ramas secas se quemarán y desaparecerán. Al empezar a orar, lo que sientes es alegría; después, dulzura, y al final vienen las lágrimas, porque sientes la presencia de Jesús».
(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viață morală curată, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, p. 46)