Palabras de espiritualidad

¡Persignémonos y enfrentemos la vida!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando el hombre adquiere la sensibilidad de la existencia ortodoxa, la vida entera y el mundo entero se vuelven como un Paterikón abierto. En consecuencia, la vida de un cristiano ortodoxo en este mundo es como estudiar a algún Anciano auténtico de los Apotegmas. Por medio de todo lo que le toca enfrentar, se le revela el amor de Dios y la fuerza de la humildad, así como también los perjuicios que al hombre le provocan el orgullo, el egoísmo y la vanagloria.

En medio de las aflicciones de la vida, debemos buscar un lugar tranquilo, un rincón de paz, un tiempo para callar y analizarnos.

Si asimilamos el alimento que la vida nos da, llegaremos a exclamar “¡Gloria a Ti, Señor!”. El Libro de los Apotegmas de los Santos Padres (Paterikón) nos relata cómo algunos monjes, por medio de la humildad y el amor al prójimo, alcanzaron la santidad. Pero también nos habla de otros que, debido al orgullo y al egoísmo, se disiparon. Cuando el hombre adquiere la sensibilidad de la existencia ortodoxa, la vida entera y el mundo entero se vuelven como un Paterikón abierto. En consecuencia, la vida de un cristiano ortodoxo en este mundo es como estudiar a algún Anciano auténtico de los Apotegmas. Por medio de todo lo que le toca enfrentar, se le revela el amor de Dios y la fuerza de la humildad, así como también los perjuicios que al hombre le provocan el orgullo, el egoísmo y la vanagloria.

Así pues, todos vivimos juntos: los monjes que se afanan en el ascetismo y los laicos que lo hacen en el mundo. Todos estamos juntos, somos uno. Persignémonos y hagamos frente a la vida. ¡Y qué grande es la humildad! Recordemos lo que nos dice el Señor, “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad.”(Lucas 10, 21), es decir, a los humildes, a los mansos. Amemos, pues, esta humildad y docilidad, para que podamos recibir la gracia de Dios, para poder enfrentar en paz la vida y la muerte, sin desvirtuar nuestra felicidad y obtener bendiciones en todo. ¡Muchísimas gracias!

(Traducido de: Arhimandrit Vasilios Gondikakis, Totul este rugăciune. A trăi în lume ca și cum am trăi în Sfântul Munte, Editura Doxologia, 2013, pp. 35-36)

 

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