Aprende y entrénate, hermano creyente, en la práctica de la devoción. Aprende a vivir según la palabra del Evangelio; que esta palabra sea para ti enmienda de tus ojos, contención de tu lengua, mitigación del cuerpo, humildad de tu mente, fuente de buenos pensamientos y muerte de la ira. Esfuérzate en las buenas acciones por el Señor. Si algo se te quita, no busques vengarte; si eres odiado, ama; si eres perseguido, sé paciente; si eres insultado, consuela. Mata el pecado, crucifícate con Cristo. Ofrécele todo tu amor al Señor, para situarte allí en donde están los ángeles, las legiones de santos, los tronos de los Apóstoles, los cetros de los Patriarcas, las coronas de los Mártires y las loas de los Justos. Es importante que desees contarte entre ellos. Y cuando venga alguna tentación a ti, con la aquiescencia de Dios, o carencias, o aflicciones, o hambre, o enfermedad, o tengas que sufrir hasta la sangre por Cristo, sé paciente y glorifica a Dios, esperando siempre en la misericordia del Señor, para que puedas decir, lleno de certeza: “¡Hemos pasado por el fuego y por el agua, pero Tú has venido siempre en nuestro auxilio!”.

(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Din cuvintele duhovnicești ale Sfinților Părinți, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, 2003, p. 141)