Poniendo orden en nuestra vida cotidiana y en nuestra vida espiritual
“Al leer tu carta, sentí cómo el viento recorría agitado cada una de las habitaciones. Eso no está bien...”
«¿Por qué hay tanta confusión y desconcierto en tu hogar? Al leer tu carta, sentí cómo el viento recorría agitado cada una de las habitaciones. Eso no está bien. Desde luego, no todo está en tus manos, pero hay cosas que puedes hacer. Por ejemplo, al visitar a alguien o al recibir la visita de alguna persona, tenemos que hablar con tacto, con moderación, con la mente puesta en el Señor y con temor de Dios; no tenemos que hablar de más, mucho menos ofender a nadie o planificar cosas banales. Todas esas cosas, como muchas otras más, están a nuestro alcance. Y si están a nuestro alcance, la responsabilidad por cada una de ellas nos corresponde a nosotros mismos.
Después de haber despedido al último de nuestros huéspedes, tenemos que volvernos a nuestra alma y apresurarnos a limpiarla de todo lo que fue sembrado en ella. Tenemos que ponerla nuevamente frente al Señor, en un estado de devoción, retomando el curso de nuestras preocupaciones ordinarias: la lectura, el trabajo manual, etc. En lo que respecta a las visitas posteriores, no pienses tanto en ello. Si suceden, bien; si no, no es una desgracia. Eso sí, que nada te impida ir a la iglesia, volando incluso como si tuvieras alas, para reunirnos todos allí con el aroma de las plegarias y los pensamientos sobre Dios. ¡Que el Señor te bendiga!».
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Învățături și scrisori duhovnicești despre viața creștină, Editura Sophia, București, p. 94)