¡Por ninguna razón caigamos en el desaliento!
Mientras nos opongamos al mal con valentía, no perderemos. Porque Dios estará a nuestro lado, aunque no lo veamos, ayudándonos. Pero si bajamos los brazos del espíritu, nosotros mismos le estaremos abriendo las puertas del alma a nuestros enemigos.
Los demonios nos acechan desde todas partes. Luego, tenemos que llenarnos de valor, si queremos luchar y vencer. Y, cuidado: ¡si caemos en el desaliento, estamos perdidos!
Una ciudad puede resistir incluso un asalto de larga duración. Sin embargo, si en ella se enfría el espíritu de lucha, quedará a merced de la muerte. Si soporta con paciencia los ataques y se les opone con heroísmo, podrá esperar la ayuda que viene de otras partes, y finalmente podrá ahuyentar a los que le atacaban. Sin embargo, si se desanima, si se va entregando a manos de sus enemigos, será asolada y destruida.
Lo mismo pasa con la vida espiritual. Mientras nos opongamos al mal con valentía, no perderemos. Porque Dios estará a nuestro lado, aunque no lo veamos, ayudándonos. Pero si bajamos los brazos del espíritu, nosotros mismos le estaremos abriendo las puertas del alma a nuestros enemigos. Preocuparse con exageración es entregarse voluntariamente (al enemigo).
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, traducere din limba bulgară de Gheorghiță Ciocioi, Editura Sophia, București, 2011, p. 33)