Por qué debemos aprender a sobrellevar nuestras diferencias con los demás
Persevera y enfrenta lleno de paciencia los defectos de los demás, cualesquiera que sean estos, porque también tú tienes los tuyos y otros deben sufrirlos.
Lo que el hombre no puede enmendar en sí mismo o en los demás, debe soportarlo con paciencia, hasta que Dios disponga otra cosa. Debe pensar que talvez es mejor así, siendo puesto a prueba con la paciencia, sin la cual ninguno de nuestros méritos podría llegar a significar algo. Debe, además, pedirle a Dios que le ayude a vencer todos los obstáculos, o poder enfrentarlos con firmeza.
Si alguien, después de explicarle determinado asunto una o dos veces, no consigue entenderse contigo, no insistas ni pretendas iniciar una disputa con él, más bien confía todo a las manos de Dios, porque Él es capaz de tornar en bien el mal, para que se pueda realizar Su voluntad y ser glorificado en todos Sus siervos.
Por eso, persevera y enfrenta lleno de paciencia los defectos de los demás, cualesquiera que sean estos, porque también tú tienes los tuyos y otros deben sufrirlos. Dios dispuso todo de una manera tal que, para que podamos aprender a llevar las cargas del otro —porque cada uno tiene su propia responsabilidad—, no hay nadie que no tenga imperfecciones, no hay nadie con la suficiente sabiduría como para guiarse a sí mismo; así, debemos soportarnos recíprocamente, consolarnos, ayudarnos y aprender a orientarnos mutuamente. Lo que te hace sentir tan indignado no es el celo hacia los demás, sino tu amor propio, caprichoso, pendenciero, acongojante. La verdadera piedad es mansa y paciente, porque ella te muestra tal como eres...
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca, Cele mai bune vremi)