¿Por qué nos acordamos de Dios solamente cuando sufrimos?
Dios respeta nuestra libertad y nos deja hacer lo que queremos, porque la libertad es Su don, y Dios no se desdice jamás, no quita el don que ha dado.
Lo hace periódicamente. Coge Su tamiz y empieza a cerner. Nos prueba y, al mismo tiempo, nos enseña: “En la angustia te buscábamos” (Isaías 26, 16), dice el profeta Isaías. En la angustia y las tentaciones nos acordamos de Ti, Señor. En tiempos de la Ocupación, pero también después, nos acercamos mucho más a Dios. Me acuerdo de mi poblado natal, Messinia, cuando, más o menos en 1947, ocurrieron dos terremotos, aunque no tan devastadores como los últimos que sufrimos. ¡Las iglesias se empezaron a llenar! Después de una “sacudida”, todos comenzamos a correr, buscando a Dios. Pero, con el paso del tiempo, otra vez nos olvidamos de Él.
Cuando tuvo lugar el terremoto de 1981, un amigo mío de Atenas, médico, me dijo que justo en ese momento un conocido suyo estaba discutiendo con su esposa, profiriendo toda clase de insultos y blasfemias. Su esposa le decía: “¡No blasfemes, hombre necio, no digas esas cosas, porque Dios enviará fuego desde el cielo!”. Pero él siguió a lo suyo. En ese momento, ocurrió el terrible terremoto que mencioné antes. ¿Qué dijo entonces el hombre? “¡Apiádate de mí, Señor! ¡Apiádate de mí!”.
Muchas veces, cuando tenemos al alcance toda clase de bienes, nos olvidamos de Dios. Como dice la Escritura sobre el pueblo de Israel: “Engordó Israel y dio coces, rechazó a Dios, que lo formó, despreció a su Roca, que lo salvó.” (Deuteronomio 32, 15).
Dios le dio todo a Israel, lo alimentó bien, lo hizo engordar, le dio pueblos alrededor para que los conquistara, le dio tierra, le dio todo, pero él lo abandonó, corrió a buscar otros dioses. Dios permitió muchas veces que fuera sometido, para que volviera a Él.
En consecuencia, vemos que Dios respeta nuestra libertad y nos deja hacer lo que queremos, porque la libertad es Su don, y Dios no se desdice jamás, no quita el don que ha dado. Al mismo tiempo, Dios nos ama porque somos Sus hijos. Cuando utilizamos equivocadamente nuestra libertad, Él nos da una pequeña “colleja”, para que espabilemos.
Sin embargo, si no lo hacemos, el Día del Juicio diremos “nos lo hemos merecido con nuestros hechos” (Lucas 23, 41).
(Traducido de: Arhimandritul Epifanie Theodoropulos, Toată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, pp. 222-223)