¿Por qué nos cuesta soltarnos las ataduras del pecado?
El Señor nos desató del poder del maligno, sí, pero somos nosotros quienes no podemos terminar con ese sometimiento, porque, aunque sabemos que el pago del pecado es la muerte, también nos atrae la “quincena”, que es el placer.
Es necesario ayudar al hombre a que no crea que, hoy en día, “los demonios mantienen encerrados a los hombres”. Yo he orado mucho, diciendo: “Señor, ¿qué pasa con estos demonios que nos siguen sometiendo? ¿No nos habías librado de ellos?”. Y recibí la respuesta con un pasaje del Paterikon, que dice: «Un anciano vio a un demonio arrastrando a un cristiano que llevaba atado con una cadena. Y exclamó el anciano: “¡Desgraciado! Este hombre es la imagen de Dios e incluso fue bautizado… ¿cómo te atreves a tratarlo así?”. Y el demonio le respondió: “¿Acaso estás ciego, padre? ¿No ves que no está atado? Es él quien se aferra a las cadenas… ¡yo solo lo arrastro!”».
¡El hombre tiene que entender que su esclavitud es algo voluntario! El Señor nos desató del poder del maligno, sí, pero somos nosotros quienes no podemos terminar con ese sometimiento, porque, aunque sabemos que el pago del pecado es la muerte, también nos atrae la “quincena”, que es el placer. El demonio nos ofrece una quincena de placer y la muerte viene al momento de liquidar todo.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, pp. 25-26)