¿Por qué somos tentados precisamente cuando oramos?
¡Gracias a Dios que el maligno no es tan hábil como para engañarnos por completo!
Cuando oramos suelen venir tantas tentaciones a nosotros, ¡que hasta nos parece que tenemos mucha más serenidad y sosiego cuando no lo hacemos! Esta es una antigua y muy conocida artimaña del maligno, que nos incita a pensar que las cosas nos salen mal porque oramos, y que si dejamos de orar, todo volverá a tranquilizarse. ¡Gracias a Dios que el maligno no es tan hábil como para engañarnos por completo!
Cuando no oras, tu alma se ve nítida como un lago. Pero se trata de un lago lleno de sedimentos, que si lo agitas, se enturbia. Así es como la oración agita el alma y hace evidentes los males que le tientan. Si perseveramos en la oración, llenos de paciencia, las tentaciones se disiparán y, poco a poco, llegaremos a exterminar todos los malos pensamientos que emergen en nosotros.
¿De dónde vienen tales tentaciones? De los demonios.
Si vienen de los demonios, ¿cómo podría limpiarlas la oración, si su origen está afuera de nosotros? ¿Acaso no seremos siempre atacados por los demonios? Ciertamente, las tentaciones pervivirán, pero no en nuestra alma, sino afuera de ella. Al no hallar su alimento en el alma que ha sido purificada por la oración, exhaustas e impotentes no nos atacarán como antes. “Se hacen fuertes en sus actos delictivos, maquinan cómo tender lazos ocultos. Elaboran proyectos criminales” (Salmos 63, 6-7).
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Ține candela inimii aprinsă. Învățătura părintelui Serghie, Ed. Sophia, București, 2007, p. 121)