¿Por qué sufrimos tanto?
Cada día debemos esforzarnos en obrar el bien y aprender, con todas nuestras fuerzas, la humildad de Cristo.
Sufrimos porque no tenemos humildad. En el alma humilde mora el Espíritu Santo, y Él le da libertad, paz, amor y felicidad. Sufrimos porque no amamos a nuestro semejante. El Señor dice: "Amaos los unos a los otros... en esto conocerán todos que sos discípulos Míos" (Juan 13, 34-35). Por el amor al prójimo es que viene el amor de Dios. Dulce es el amor de Dios; es un don del Espíritu Santo y en su plenitud es conocido solamente por medio de Éste. Pero también es un amor-medio, que el hombre experimenta cuando se esfuerza en cumplir con los mandamientos de Cristo y le teme a enfadar a Dios. Esto es una cosa muy importante. Cada día debemos esforzarnos en obrar el bien y aprender, con todas nuestras fuerzas, la humildad de Cristo.
(Traducido de: Sfântul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, 2001, pp. 206-207)