¿Por qué temer, si el Señor está con nosotros?
Tal como es posible reconocer al enfermo por la lividez de su rostro, así también es posible reconocer al hombre preso de sus pasiones por la desesperanza que revela toda su persona.
La preocupación excesiva por las necesidades de la vida es señal del hombre falto de fe y de alma empequeñecida. Y sufrimos cuando nos preocupamos solamente por nosotros mismos, sin poner nuestra esperanza en Dios, Quien procura todo para nosotros.
Es mejor despreciar todo lo que no es nuestro, es decir, lo que es pasajero y sin importancia, y buscar solamente lo que es nuestro, es decir, lo eterno e imperecedero.
La tristeza es el gusano del corazón que devora a la madre que le ha engendrado.
Quien haya vencido a sus pasiones habrá vencido también al dolor. Por el contrario, quien se deje vencer por las pasiones no podrá librarse de las ataduras del dolor. Tal como es posible reconocer al enfermo por la lividez de su rostro, así también es posible reconocer al hombre preso de sus pasiones por la desesperanza que revela toda su persona.
El Señor cuida de nuestra salvación. El maligno, que es el asesino de la humanidad, aún se esfuerza en llevarnos a la desesperanza.
En nuestra vida espiritual, ninguna fuerza contraria debe asustarnos. Al contrario, pongamos nuestra esperanza en las palabras de Dios: “No llaméis conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración; no temáis lo que él teme, no os asustéis. Solo al Señor Todopoderoso tened por santo; temedle a Él, sólo ante Él temblad” (Isaías 8, 12-13).
(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, p. 35)