Practicando nuestra fe ante el auge de las sectas
Lo que atrae a muchos a las sectas son las prédicas, los cantos y la “seguridad” de la salvación.
¿Qué actitud debemos asumir ante el proselitismo de las sectas? Si respondemos abiertamente, podemos ser acusados de antidemocráticos...
—Entonces, ¡sean democráticos! Hijo, no es nuestro asunto impedir ciertas cosas que no nos atañen. Cada uno puede seguir el camino que quiera. Nuestra “democracia” radica en servir a Dios a nuestra manera y dejar a los demás que elijan su camino. Si tenemos un ascendente moral real, nadie podrá oponérsenos. Si no, no tendremos ningún crédito, en general. Nuestra Ortodoxia es nuestra vida ortodoxa.
Yo creo que la presencia de las sectas tiene como causa la ausencia de una vida ortodoxa auténtica. Muchos de quienes se consideran ortodoxos ni siquiera saben que pertenecen a la Ortodoxia, lo que, de hecho, significa que no pertenecen a ella. Muchos ni saben lo que es la Ortodoxia. Hay muchos ortodoxos que no conocen las diferencias existentes entre la Ortodoxia y otras creencias cristianas. En conclusión, se puede decir que no son ortodoxos los que parten a las filas de las sectas. Quienes hacen esto son esos que, de hecho, no tenían ninguna pertenencia religiosa. Un ortodoxo auténtico es y sigue siendo ortodoxo toda su vida, avanzando y creciendo en su fe.
Lo que atrae a muchos a las sectas son las prédicas, los cantos y la “seguridad” de la salvación. Las sectas arreglan todo de acuerdo a la comodidad del hombre. “Cristo te acepta y no te pide nada... solamente creer en Él”, dicen. Para nosotros, los ortodoxos, la cosa es distinta: ayuno, ascesis, privaciones, esfuerzo.
Recuerdo que un día vino a visitarnos una persona que pertenecía a una de esas sectas. Entró a la pequeña capillla del monasterio, donde tenemos muchos íconos pintados sobre madera. “Padre, ¿por qué besa usted esos pedazos de madera?”, me preguntó. Yo le respondí: “Mira, si tú besas madera, mejor no lo hagas. Yo, por el contrario, no beso un trozo de madera... ¡yo beso íconos!”.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 138-139)