“Señor, Tú que bendices a los que te bendicen y santificas a los que ponen su esperanza en Ti, salva a Tu pueblo y bendice Tu heredad; vela por la plenitud de Tu Iglesia, santifica a los que aman el esplendor de Tu morada. Exáltalos con tu divino poder, y no nos abandones a nosotros, que ponemos en ti nuestra esperanza. Concede la paz a este mundo tuyo, a tus Iglesias, a los sacerdotes, a nuestros gobernantes y a todo tu pueblo, ya que todo beneficio y todo don perfecto procede de lo alto, pues desciende de ti, Padre de las luces, y a Ti te glorificamos, te damos gracias y te adoramos, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.Amén.

La “Oración del ambón” es la que cierra el oficio de la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo. Puede ser considerada tanto una oración de agradecimiento como de petición, de exaltación y de testimonio de la fe en la Santísima Trinidad.

Antiguamente, el ambón representaba el lugar más alto en la nave de la iglesia, un pequeño balcón (o púlpito) construido al norte, desde donde el sacerdote leía el Santo Evangelio. Usualmente estaba bellamente decorado con incrustaciones de madera o bronce, cada una con un significado muy profundo: la paloma, símbolo del Espíritu Santo, que acompañaba al lector; la Cruz, símbolo de nuestra fe cristiana, etc. También desde el ambón el sacerdote pronunciaba su homilía, y al descender leía la oración final, que por dicha razón se sigue llamando “Oración del ambón”. En la mayoría de iglesias, sin embargo, el ambón ya no se utiliza, quedando sólo como un silencioso testigo de tiempos pasados.

Actualmente, la “Oración del ambón” es recitada por el sacerdote, en voz alta, en medio de la iglesia, con el rostro dirigido al altar.