¿Puede la oración reemplazar a la Santa Comunión, como sucedía con algunos ascetas?
Si la oración tiene su propósito, la Santa Comunión representa el perfeccionamiento de dicho propósito.
¡No puede reemplazar a la Eucaristía! La Comunión tiene su propósito, y la oración tiene el suyo de llamarnos a recibir el Santo Cuerpo y la Santa Sangre de Cristo. Santa María de Egipto, orando y sin comulgar, durante cuarenta y siete años vivió en la soledad del Jordán, y alcanzó un nivel tan alto de oración, que hasta solía levitar cuando elevaba sus plegarias, insisto, aún sin haber comulgado en todo ese tiempo. ¡Y, sin embargo, necesitaba la Comunión!
San Zósimo, quien la conoció en el desierto, fue testigo del excelso nivel de oración alcanzado por María. Tan ligera se había vuelto su materia corporal, que se despegaba del suelo cuando oraba. No obstante, tenía una imperiosa necesidad de comulgar, así que San Zósimo le impartió el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor… y después ella partió a la eternidad. Ciertamente, cuando San Zósimo volvió, poco tiempo después, para darle otra vez la Comunión, la halló sin vida. Había recibido su parte de santidad al comulgar por última vez, luego de cuarenta y siete años de vida ascética.
Entonces, si la oración tiene su propósito, la Santa Comunión representa el perfeccionamiento de dicho propósito.
(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Ne vorbește Părintele Sofian, Ed. Episcopiei Romanului, 1997, pp. 72-73)